La democracia no nos hace iguales
Hace unos años yo defendía la igualdad por encima de todo. El comunismo me parecía la forma más igualitaria de gobernar, porque daba los mismo derechos y libertadas a toda persona por igual. Pero a medida que ha pasado el tiempo lo he cambiado mi punto de vista: no todos somos iguales.
De pequeño, sobre todo debido a mis inclinaciones políticas, mi grupo preferido era Habeas Corpus. En una de sus canciones (Contra el poder, contrapoder) su letra contenía lo siguiente: “La democracia no nos hace iguales. Jamás un voto podrá hacernos iguales“. Puesto que había crecido en un entorno democrático y aquello representaba un atentado a mis prejuicios políticos, pero me lo planteé. ¿Vivimos bajo una dictadura de la masa, una tiranía (o regla) de la mayoría? “La mayoría” puede equivocarse, y no siempre tiene por qué velar por el bien común. Igualitarismo (o democracia) no es sinónimo de justícia. ¿Somos todos iguales, o en realidad somos diferentes y, por lo tanto, el voto de cada uno debería valer distinto?
Se me han ocurrido 3 ejemplos antidemocráticos:
Ejemplo 1
En una sociedad viven 7 personas (multipliquemos ese número tantas veces como queramos). Tres de ellos son teóricos políticos, han estudiado derechos con excelentes notas, son buenas personas y abogan por el Bien Común en cada uno de sus actos. Cuatro de ellos son drogadictos a los que solo les interesa tunear su moto, además son malas personas y explícitamente dicen buscar el mal común, votando a propósito las leyes que perjudicarán a la sociedad. Uno de los teóricos y uno de los drogadictos se presenta a presidente; puesto que todos los teóricos votan al teório y todos los drogadictos, al drogadicto, el drogadicto sale elegido presidente. ¿Es justo? ¿O sería más justo que el voto de los teóricos valiera por dos?
Ejemplo 2
Creo que, aunque sea difícilmente medible (¿quizás imposible?) hay personas que son “mejores” que otras, que tienen mayor valor. Supongamos que la inteligencia, bondad, rectitud, madurez, etc. de las personas fueran medibles, y que una personas estuviera cualificada en 80 en todas las categorías, y otra persona a 40. ¿Acaso no sería la persona de 80 una mejor persona, y también un mejor gobernador? Tampoco creo que la perfección de gobierno pueda estar en una sola persona, puesto que nadie es perfecto.
Ejemplo 3
Lo mismo ocurre con la leyenda del dragón de Sant Jordi. Si no la conocéis, la explico brevemente (basado en la Wikipedia): comienza con un dragón que hace un nido en la fuente que provee de agua a una ciudad. Como consecuencia, los ciudadanos debían apartar diariamente el dragón de la fuente para conseguir agua. Así que ofrecían diariamente un sacrificio humano que se decidía al azar entre los habitantes. Un día resultó seleccionada la princesa local. El pueblo llora, algunos se ofrecen como sacrificio pero el rey renuncia y acepta el sacrificio por “justícia”. Cuando estaba a punto de ser devorada por el dragón, aparece Jorge en uno de sus viajes, se enfrenta con el dragón, lo mata y salva a la princesa. ¿Es justo que sea pueda ser seleccionada la princesa?
Voy a proponer un ejemplo más crudo. Hay un caballero oscuro invencible que viene cada día a matar a alguien de una ciudad. Él permite que el pueblo seleccione a quién debe matar. Debemos decidir quién muere; si no le preparamos una persona, nos matará a todos. ¿Deberíamos dejar que nos mate, o decidir quién de nosotros muere? ¿Bajo qué baremo, cuál sería el criterio de selección? ¿Tendrían las mismas opciones de sobrevivir los ancianos que los niños, los inteligentes de los retrasados mentales, los buenos que los malos?
Vamos a reducir un poco la fantasía. Supongamos que si no seleccionamos a nadie, el caballero no nos matará a todos. ¿Deberíamos permitir que el azar elija a la víctima? ¿O creemos que unas personas “valen más” que otras?
Ahora pongamos, además, que sólo quedan 2 personas: una persona con abundantes calificativos positivos y otra con negativos. ¿Deberíamos permitir que el azar decida? Y si el caballero escogiera matar a ambos en caso de no decisión ¿elegiríamos a alguno y dejaríamos que los dos murieran? Y si eligiésemos a uno, ¿a cuál y por qué?
Conclusión
De todos modos, no se me ocurre ninguna forma de gobierno actual más justa que la democracia. En este sentido, cora especial relevancia la famosa cita de Winston Churchill: “La democracia es la peor forma de gobierno, excepto todas las otras formas que se han probado de tiempo en tiempo”. De hecho, si nos fijamos en el índice de democracia de los países, podemos atestiguar qu, más o menos, los países más democráticos suelen ser los más avanzados y los más justos (y viceversa).
Puesto que las características humanas son difícilmente medibles, es muy probable que la selección acabara realizándose según criterios subjetivos. En este sentido, debemos tener en cuenta que uno de los principales motivos por los que Adolf Hitler subió al poder (fue elegido democráticamente) fue por su crítica a la democracia.
Además, ¿qué criterios mediríamos para distinguir entre una persona de mayor o menor valor? La misma selección de criterios ya sería subjetiva. Incluso si lo pudiéramos medir todo de una persona, daríamos más importancia a unos aspectos que otros. E incluso si consiguiéramos darle la importancia just y adecuada, puesto que nadie es perfecto la persona seleccionada tendría unos defectos que algunos considerarían más influyentes y esenciales.
Vuelvo a la canción de Habeas Corpus: La democracia no nos hace iguales. Por más que la democracia (e incluso la religión) nos valore a todos por igual, la verdad es que somos diferentes y algunos merecen ser valorados más que otros. Lo difícil es saber cómo hacer la valoración, que parece imposible realizarla de modo objetivo y completo. La utilidad y valor de una persona son difícilmente (¿quizás imposible?) medibles, por lo que la diferenciación y clasificación personal son demasiado complejas.
Posible solución
De todos modos, creo que las personas tienen distinto valor y no creo en la reducción a la igualdad de condiciones universales. Con tests de inteligencia, tests emocionales, tests de aptitudes, tests de madurez… podríamos adecuarnos un poco más a la realidad y aumentar la justícia. Creo que hacer esos tests y, según ellos, calcular el valor de voto de cada persona, se ajustaría más a la justícia que la democracia.
Estos tests siempre serán subjetivos y nunca reflejarán la realidad, pero si se realizan correctamente sí se podrían aproximar a la realidad.