La Objetividad
La selección de la palabra suele ser un obstáculo a la objetividad de la noticia. ¿Pueden ser neutrales las palabras?
(Trabajo de Comunicación Audiovisual. Noviembre 2005)
Cada vez más, la sociedad parece preocuparse por la falta de objetividad en la información que recibe. La política de ideologías de los medios, muy evidente en España, crea un clima de recelo ante la información.
La verdad parece no encontrarse en ningún lugar, y el método más efectivo para conocer la verdad parece ser la comparación de información entre distintos medios. No hay un medio que se considere objetivo para todos: no existe el medio de información perfectamente transparente y verdadera.
El motivo: la subjetividad del medio o del emisor en concreto.
El hombre es un ser racional. Usa la palabra para elaborar su pensamiento. Las palabras se conjugan entre ellas formando un lenguaje. El lenguaje es la estructura del conocimiento del hombre. La palabra crea y estructura el conocimiento. Las palabras determinan el significado. Así pues, si cambiamos las palabras, cambiamos también nuestra concepción.
Para entenderlo mejor: las palabras son las piezas de una pequeña máquina que es el lenguaje, que a su vez permite funcionar a una gran máquina que es el conocimiento. Si una de las pequeñas piezas varía, se crea un efecto dominó y modifica el conocimiento. Este conocimiento puede variar de verdadero a ficticio por una simple palabra. Por este motivo es tan importante la selección de la palabra.
La veracidad del conocimiento es importante para el hombre. Muchas veces preferimos saber la verdad a recibir información ficticia; la búsqueda de la verdad está muy extendida en el hombre. La verdad, existente o no, es un conocimiento, así que también depende de la palabra. Si la verdad depende de las palabras, es evidente que la selección de la palabra establece su significación.
A la verdad se le pide objetividad y neutralidad como requisitos imprescindibles. A grandes rasgos, podemos definir la objetividad como la independencia de la propia manera de pensar o sentir, y la neutralidad como la no participación de las opciones del conflicto.
La objetividad es imposible sin neutralidad. Cuestionarse acerca de si las palabras pueden o no ser neutrales, es dudar acerca de la existencia de la objetividad.
¿Existe pues, la imparcialidad? ¿Es posible que el hombre busque la verdad sin influencias mentales o personales?
Opino que la objetividad pura es absolutamente imposible. Toda persona tiene características diferentes, tanto terrenales como mentales, y toda mente es diferente al resto. Toda mente ha recibido distinta influencia, tiene distintos herencia y ambiente. La experiencia, los sentimientos, las decisiones, el raciocinio, las creencias… hacen que cada uno sea diferente al resto.
Cada mente tiene su propio modo de concepción. Así pues, toda persona emite y recibe las ideas bajo su propia estructura mental. La formación de nuestra mente afecta a todas las ideas. Todo conocimiento siempre se concibe acompañado de otras ideas (prejuicios, suposiciones, etc.). Llamamos subjetividad a la inevitable influencia de nuestra estructura mental a nuestro pensamiento.
El hombre tiene capacidad de elegir y puede decidir por sí mismo, con más o menos libertad. Si fuera esto verdad, podríamos decir que el hombre prefiere, así que está implicado en el mundo. “Se moja sin querer”. El día 18 de octubre, en clase, dijimos que la asepsia es imposible en cualquier hecho del ser humano, lo que no hace más que reivindicar mi opinión.
Toda selección de palabra tiene como base la percepción de cada persona. Es decir, toda idea se expresa según las ideas anteriores, sin las cuáles no podríamos formar una nueva idea. Siempre hay preconcepciones, ideas existentes antes de tener opinión sobre un nuevo tema, que indudablemente afectarán al modo de sentir la próxima idea. Además, suponiendo que verdad sólo hay una (la realidad), toda mala interpretación será falsa. Así pues, toda variación (e incluso imprecisión) de palabra causará una distinta recepción del mensaje, que puede no corresponder a la verdadera o a la que realmente quiere emitirse. Se requeriría una perfecta precisión léxica para ser ecuánime.
Por ejemplo, la medicina intenta en vano crear un lenguaje neutral con frialdad, pero ningún lenguaje puede ser objetivo. La medicina juega a favor de la salud y en contra de las bacterias perjudiciales para el ser humano, provocando un cambio en la concepción del lenguaje que los médicos utilizan. De todos modos, si un médico no tuviera una concepción de rechazo a esas bacterias, sí se vería afectado por otros prejuicios o ideas, pues son infinitas las influencias y relaciones entre ellas.
Más concretamente, en el tema de la guerra de Iraq podemos encontrar un ejemplo de la importancia de la selección de la palabra. Recuerdo haber leído i oído en distintos medios que los habitantes de Iraq “morían”, mientras que los soldados estadounidenses “eran asesinados”. Otro ejemplo es llamar terroristas a algunos grupos revolucionarios. Son terroristas según un punto de vista determinado, no según el suyo propio. Recientemente, la BBC ha dado órdenes de usar otra palabra para ellos, “militantes o insurrectos”, pues decir terroristas denota una mayor subjetividad.
A pesar de ser inexistente, la neutralidad de la palabra no solamente se pide en medios de comunicación, sino que parece ser buscada en todos los ámbitos, en todo mensaje. Y no es encontrada.
A pesar de todo lo dicho: puesto que cada receptor es diferente, aunque existiera una información objetiva se transformaría en subjetiva al recibirse con las ideas de cada lector. La neutralidad de la palabra quedaría así dependiente del emisor. Quizás sea este el motivo por el cual ningún diario es considerado cómo el portador de la verdad.
En resumen: la objetividad es imposible, toda idea es subjetiva, la selección de la palabra es un hecho inevitablemente subjetivo, y la neutralidad de las palabras es un hecho imaginario. Toda palabra se expresa bajo influencias mentales anteriores. La objetividad es una ilusión de perfección de vocabulario, una utopía de absoluta neutralidad. Hay, claro está, distintos grados de objetividad. Podemos decir que un texto es más o menos objetivo que otro, pero nunca podremos decir que es objetivo.
Defiendo así que si la objetividad no es posible, y la verdad requiere objetividad, el conocimiento de la verdad no existe. Como William Shakespeare dijo “nada es verdad ni mentira, todo depende del cristal con que se mira”. La neutralidad de la palabra, pues, queda lejos de ser una verdad
Fuentes: